jueves, 4 de octubre de 2012

No cerréis la puerta por dentro

En nuestras hermandades, casas y hogares deben caber todos. Porque el que le da sentido vino al mundo como inmigrante y en un lugar que no era su lugar.

Francisco Aranda - 03/10/2012. 193 vistas.
Recordar va más allá de evocar o comprender. Es darle vueltas en y al corazón. Y eso, justo eso, es lo que la Hermandades y Cofradías hacen durante todo el año y, de forma más intensa, en la Semana Santa. Sobre la base de la familia, el pueblo y una fe que se enmarca, aunque no agota, el concepto de “religiosidad popular”, las cofradías impregnan su centenaria vigencia y actualidad sobre los valores de la esencialidad del mensaje (pasión, muerte y resurrección) , sobre la variedad de vivir la experiencia religiosa entre el pueblo y sobre la fidelidad a la Iglesia y su magisterio. Por eso rebasan el límite de su definición institucional- “asociación pública de fieles”- para adentrarse en el campo de la experiencia interior. Son una forma de vivir que supera el restringido campo del valor; son un concepto que pide un comportamiento comunitario. Una cofradía es “mi gente”.

De ahí su vocación a la vida comunitaria, su conciencia acrecentada de lo social ( que se practica, pero no se presume) , su búsqueda de la cohesión social; su labor identitaria; su afán por participar en empresa comunes; su capacidad de comunicación; su fuerza de convocatoria; su sentido festivo de la celebración litúrgica, nunca angustioso ni depresivo, su confesión de fe en un Dios Padre, compasión, identificado en el rostro dolorido del Hijo y del hermano; su piedad mariana , la importancia ,en su seno , de la eucaristía y lo sacramental, el sentido de la Resurrección, el hondo sentimiento de eclesialidad, el componente catequético de unas imágenes y unos símbolos que remiten desde lo visible a lo invisible, de lo sensible al Amor (que se hace penitencia y caridad), su encajamiento en el seno de la vida familia ( se es cofrade antes que cristiano, en cuanto nacido/a en familia cofrade).
Un advertencia final: nunca cerréis las puertas por dentro. La casa, la hermandad siempre debe estar abierta; si alguien cierra, que lo haga desde fuera. Pero en nuestras hermandades -casas y hogares, deben caber todos. Porque el que le da sentido vino al mundo como inmigrante y en un lugar que no era su lugar.
 

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